Una tarde cualquiera la taza del baño estaba lista para recibir todo el bolo alimenticio del joven que no soportaba sentir su estomago estallar con tres veces el plato de lo que sería una comida normal, o de cualquier pastelillo o vasos de refresco y pan que lo hacían notarse tan gordo como todo lo que se supone comia antes y lo tenían en estado de costal de papas. Obeso sentiase.
Temia llegará la hora de la comida porque requeria más y no se sentía culpable porque desecharía todo lo asqueroso que se sentía. Pero mucho tiempo comio sin que nadie lo viera, comida comprada. Atascones de muchos platos, refresco, pan. Quizás unas tardes solo cambiariá de baño en que volver, un restaurant cerca de la casa hacía suave el horror de sentirse lleno. La cara roja, las venas saltadfas, el esfuerzo estaba ahí, ojos siempre llorando, garganta rasposa, asco y callo en los dos dedos que le siguen al pulgar. Se conocían bien, quizás este joven veía en la taza imagenes que nadie veía porque pasaba demasiado tiempo en ella. Su sensación era de inflarse y sentir el alivio de desinflarse, una locura, un placer, melancolia sublime, maldita comida para que existe, él pensaba, porque comia y engordaba, porque sus cachetes no le gustaban, su estomago inflado pareciera un globo a punto de elevarse, un asco; un malestar. Pero la maldita hambre siempre estaba ahí, maldita hambre que arañaba el estomago, nimodo atragantarse y repetir, una costumbre. Un poco de sangre en la nariz. Despúes de meses, el estomago bajo, se desinfló, las manos erán más delgadas. Ahora combinar laxantes decía él. Solo lo necesario para no sentirse desfallecer cualquier día. De pronto al pasar años así, las manos mostraban las venas y los bracitos parecían sin musculo, la cara delgada, ojos más grandes, pero una sensación de frescura y delgadez infinita y ligereza genial. Ya nada entraba al estomago, todo daba asco, sin fuerzas ojeroso, pero solo comia un poco, solo un poco. Siempre la maldita hambre!!!! En las noches malditas de hambre, se paraba a comer lo que fuera, pero vomitar a escondidas, en bolsas del super quizás, tenía miedo de que lo descubrieran porque ya había sospechas de su bajo peso, los que le decían gordo, preguntaban que pasaba ¿ya no pueden seguir diciendole asi? Encontrar un nuevo insulto sería bueno. Y cada taza era su amiga porque se llevaba lo que odiaba. Cada vez se hacían más frecuentes los vómitos, empezando de uno en las comidas de la tarde, se formaron poco a poco, hasta visitar a su amiga la taza diez veces al día a todas horas, se había vuelto una obsesión. Salio de la preparatoria, entró a trabajar y siguió, aunque esta vez intentando por su cuenta dejar de hacerlo. Quererse quizás seria un intento. Ganó la Bulimia, pudo más y entró a la universidad y la taza estaba ahí. Nuevas practicas, masticar y tirar lo masticado. Nunca recibio un tratamiento cada vez fue menos frecuente vomitar , pero se seguía haciendo escalonadamente, él pensó que se estaba recuperando, pero los bracitos seguían y la sensación de sentirse tan gordo continua dijo él a su amiga que duda mucho de él. Un infierno, una estupidez, ganas de ser otra persona, moda y tristeza eterna.
1 comentario:
I do not read much Spanish but the photos here are great!
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